Se perdieron 150 hectáreas de la reserva Yabotí

Se perdieron 150 hectáreas de la reservaYabotí

26 August 2006

published by http://www.territoriodigital.com/


San Pedro. Con muy buena voluntad y esfuerzo de los bomberos voluntarios, pese a la precariedad con la que deben trabajar y la ayuda de la lluvia, se extinguió el incendio forestal que afectó a 150 hectáreas de la reserva de biosfera Yabotí.
El fuego se controló después de un intenso trabajo que consistió en atacar los focos de incendio y posteriormente, con la ayuda de vecinos y propietarios de las tierras quemadas, se hicieron cortafuegos que impidieron el avance de las llamas. La lluvia de ayer terminó el trabajo. Pero la solución no deja de ser pasajera. “Ahora el fuego se apagó, pero esto va a durar unos días; después volverá a suceder lo mismo”, vaticinó el jefe del cuartel de San Pedro, Jorge Atilio de León. Es que, todavía en invierno según el calendario, este tipo de evento abren un panorama complejo para las estaciones cálidas en Misiones.
“La sequía dejó un colchón de tacuaras y hojas que con cualquier chispa se enciende. Los incendios no son intencionales, pero tampoco son naturales; es decir, lo producen rosados mal controlados y hasta un cigarrillo encendido”, aseguró.
Según el bombero, hacer tomar conciencia a las personas de no quemar el monte puede llevar mucho tiempo y generaciones, pero por lo pronto el problema de los incendios existe y podría controlarse mucho mejor. “Para combatir los incendios forestales contamos con una camioneta F100 en mal estado y solo seis mochilas para cargar agua. Necesitamos más mochilas, una camioneta en buen estado, ropa y calzado y una motosierra. Yo mismo planteé en el Ministerio de Ecología que nos den los materiales necesarios y que los bomberos, sin cobrar un peso, podrían controlar este tipo de incendios, pero mi propuesta cayó en saco roto”, continuó de León. “Estamos queriendo apagar un rascacielos con baldes de agua”, ironizó.
San Pedro presenta una realidad diferente al resto de la provincia. Por un lado es el departamento más grande y con un único municipio y cuerpo de bomberos. Por otro lado, gran parte de su territorio es monte y la forma de quemarse es muy diferente a la del campo y por lo tanto las técnicas de ataque del fuego son totalmente diferentes.
Otro aspecto que diferencia a San Pedro es que casi la totalidad del departamento es reserva de biosfera o parques provinciales. Sin embargo, el cuerpo de bomberos tiene carencias muy básicas, como falta de combustible, de vehículos o mochilas para carga de agua, y a veces la buena disposición, la entrega y el sacrificio de sus miembros, no alcanza para apagar estos fuegos.

18 para 20 mil hectáreas
El incendio que finalmente destruyó 150 hectáreas dentro de la reserva de biosfera Yabotí comenzó el miércoles pasado.
El destacamento de San Pedro cuenta con 18 bomberos voluntarios que tienen que cubrir 20 mil hectáreas de selva, entre la reserva Yabotí, el parque provincial y reservas privadas. Sin embargo, desde la semana anterior, el cuartel viene realizando entre cuatro y cinco salidas diarias para apagar incendios forestales y de malezas en la zona.

El fuego desde adentro
SAN PEDRO. Los incendios forestales suelen dar como resultados medidas, cantidad de hectáreas, estadísticas y otros datos fríos  muy alejados del calor abrasador de un monte ardiente.
“Trabajamos más de doce horas corridas durante varios días para apagar este tipo de incendios”, explicó Laurentino Preto, oficial auxiliar de los Bomberos Voluntarios de San Pedro.
“Muchas veces, por más que sepas que lo que se quemó se va a recuperar, sentís impotencia al ver la cantidad de árboles y vegetación que quedó destruida; y no sólo vegetación, sino pájaros y animales”.
La escasez de recursos hace que la labor, de por sí difícil de enfrentarse a las llamas, se haga más cuesta arriba aún. “Nos vamos arreglando con lo que tenemos. Seis mochilas no son suficientes, pero nos turnamos. Hacemos trabajos rotativos, pero con más materiales trabajaríamos mejor”, explicó.
La falta de combustible es otra limitación grave. “Tenemos que ir solucionando día a día el problema. En esta ocasión, (el incendio dentro del área de la reserva de Yabotí) fuimos al monte con gasoil suficiente para entrar, pero no para salir. Gracias al encargado de la propiedad, que nos trajo el combustible, pudimos regresar”, contó el bombero.

Confiar en el equipo
Un dedo vendado parece ser el souvenir de la última batalla ganada a las llamas. “Acá me clavé una tacuara. Pero siempre que vas al monte volvés lastimado, son marcas que te quedan de cada incendio”, comenta sin perder el humor Preto.
Pero el riesgo a veces es más que una lastimadura o un corte, y los bomberos no poseen seguro de ningún tipo.
El miedo al riesgo parece quedar de lado en los más experimentado, pero en los novatos es un factor que se debe considerar. “Hace ocho años que soy bombero y al principio aparecen los miedos, pero para eso están tus compañeros que deben apoyarte”, reflexionó.
“Trabajamos como un equipo, la vida de tu compañero está en tus manos y la tuya en las de él”, sostiene el oficial. “No es sólo apagar incendios, cuando tenés accidentes vehiculares con víctimas, hay algunos que no pueden enfrentarse con ciertas situaciones o que les afecta mucho, es ahí donde los más experimentados tratamos de contenerlos utilizando psicología casera”.

Buenas razones
Pese a todos los inconvenientes y a los individualismos que se viven en las sociedades actuales, los bomberos voluntarios siguen existiendo. Las gratificaciones no son económicas, pero se encuentran.
“Como formamos parte de Defensa Civil, tuvimos que hacer un censo sobre los daños que ocasionó el granizo en San Pedro, y después repartimos chapas. Y a pesar de que vos no sos el que les paga las chapas a la gente, sentís que sos parte de la solución a su problema y eso te da satisfacciones”, explica Preto.
Quizás sea por estas gratificaciones extra económicas o “porque en cada bombero hay un enfermo de la cabeza”, como dice bromeando el jefe de León, pero el convencimiento por ser bombero es más fuerte que la falta de apoyo y las carencias del cuerpo. “Yo sigo siendo bombero y dudo mucho que algún día deje de serlo”, sostiene Preto.


 

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