Reflexiones políticas sobre los incendios forestales gallegos

Reflexiones políticas sobre los incendios forestales gallegos

14 August 2006

published by www.elsemanaldigital.com


Galicia ha vivido unos años de intensa reforestación como alternativa al abandono del campo, y la contrapartida que debe exigirse a los propietarios del bosque es que locuiden.

por Luis Miguez Macho

13 de agosto de 2006. Cuando alguien pregunta por qué el monte arde en Galicia de la manera en que lo hace desde hace más o menos treinta o treinta y cinco años, es decir, desde finales del Régimen de Franco, la respuesta es evidente: porque alguien le planta fuego. Ahora bien, harina de otro costal es determinar quiénes son los incendiarios y cuáles son los motivos que les llevan a actuar.

Nadie ha sido nunca capaz de ofrecer estadísticas fiables de cuántos incendios forestales son debidos a chiflados, cuántos a aldeanos movidos por ancestrales y misteriosos impulsos (por lo demás, un poco extraños, dado que hace cuarenta años esto no ocurría, por lo menos no en la medida en que hoy ocurre), cuántos a desaprensivos que quieren comprar la madera quemada más barata (¡!), cuántos a intereses inmobiliarios (¿también en los montes llenos de peñascos graníticos de la despoblada provincia de Orense?), cuántos, en fin, a terroristas políticos.

Hay, eso sí, una realidad que debe ser tenida en cuenta: nunca, quizá desde que en tiempos prehistóricos Galicia se convirtió en un territorio densamente poblado por el hombre, nuestra región había tenido tanta superficie arbolada. Mientras otras zonas se desforestan, Galicia en las últimas décadas ha vivido una expansión imparable del bosque.

Este fenómeno está directamente relacionado con el despoblamiento del campo y el abandono de la agricultura. La forma de seguir obteniendo una rentabilidad de las tierras que ya no se cultivan es plantarlas de especies de crecimiento rápido y buen rendimiento maderero, es decir, eucaliptos y pinos, que en nuestro benigno clima no necesitan cuidados especiales, y cada equis años “cosechar” y cobrar un dinero fácil.

Tal como están las cosas, es urgente imponer medidas de responsabilidad social a los propietarios de esas plantaciones y obligarles a que cuiden el monte. La contrapartida elemental hacia la sociedad por los rendimientos que dichas personas perciben de sus tierras es mantenerlas en las adecuadas condiciones para evitar, en la medida de lo posible, la propagación de los incendios forestales.

Sin embargo, es más fácil decir esto que hacerlo. Por una parte, la extensión arbolada existente en la actualidad en Galicia es inmensa y vigilar que esas medidas se cumplan será muy difícil. Por otra parte, si cuidar el monte reduce la rentabilidad fácil que hoy se obtiene del mismo, puede que también se abandone la reforestación.

La cuestión de las responsabilidades políticas

Pasemos a la cuestión de las responsabilidades políticas por los incendios forestales. A las autoridades lo mínimo que se les puede exigir es que, como sucedía en la era Fraga, estén vigilantes para apagar los fuegos en cuanto comienzan, disponiendo los medios apropiados y suficientes para ello.

Cabría argumentar que ante una campaña incendiaria como la de estos días es muy difícil estar preparados. Sin embargo, frente a este argumento hay que recordar que existía en la antigua Roma una curiosa institución jurídica que se llamaba el “edicto de retorsión”, consistente en que las novedades que un pretor introducía en el edicto perpetuo durante su magistratura anual se le aplicaban en todo caso a él mismo, aunque su sucesor las corrigiese o revocase.

Por tanto, si Fraga y Aznar fueron culpables del hundimiento del Prestige por una tempestad, Pérez Touriño y Rodríguez Zapatero son indudablemente culpables de la ola de incendios forestales que asola Galicia. Y cuando hablan de bandas organizadas de pirómanos, hay que responderles que se dejen de teorías conspiratorias, tal como hacen ellos cuando alguien pide que se investigue el 11-M.

Esto no es comportarse como ellos: es exigirles responsabilidad política con el mismo criterio con el que se la exigieron en su día al PP. Desgraciadamente, para éste es imposible montar una campaña similar a la del Prestige, porque para ello hay que contar con el apoyo masivo de los medios de comunicación y con una base social dispuesta a movilizarse por puro sectarismo y contra toda razón y justicia.

Con cuántos medios de comunicación influyentes cuente el PP en Galicia tras dieciséis años de gobierno es sencillo de resumir: con ninguno. En cuanto a la base social, yo creo que es una fortuna que el centroderecha no tenga una base social como la de la izquierda, por más que sea bueno que aquélla se vaya organizando y movilizando para defender causas justas.

Todo esto debería mover a profunda reflexión a los dirigentes del PP de Galicia, especialmente en estos momentos de reforma estatutaria. Atiborrar de competencias a la Comunidad autónoma no es la panacea para todos los males (ya se está viendo de qué sirven las competencias autonómicas en una situación realmente grave), y dotar a aquélla de instrumentos de control social a la catalana sólo vale para tener una sociedad esclavizada a la que únicamente los otros pueden recurrir cuando les conviene.


 

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