¿Quién quema el monte gallego?
¿Quién quema el monte gallego?
31 October 2005
published by www.laopinioncoruna.com
ESPaña — Nueve de cada diez incendios forestales en Galicia son provocados. Los expertos descartan el fenómeno del pirómano y apuntan a la motivación racional e interesada cuando se prende fuego en un bosque.
Eduardo Rolland.Vigo
“Estoy muy desengañado”. El fiscal coordinador de incendios en Galicia confiesa su decepción. Tras un año investigando los delitos por el fuego en la comunidad gallega, Álvaro García Ortiz se enfrenta a una realidad terca. De enero a septiembre, ardieron 48.489 hectáreas en Galicia, en un total de 10.471 incendios. Pero se practicaron 126 detenciones y sólo seis personas ingresaron en prisión preventiva. El propio García Ortiz, que supervisa la actividad de los fiscales contra incendios en las cuatro provincias, reconoce que sólo “cinco o seis” terminarán con penas de cárcel.
Es difícil hallar a los culpables de los incendios forestales. Incluso para la Fiscalía. Y la incógnita se mantiene en el aire: “¿Quién quema el monte?” Estudios de la Guardia Civil, de psiquiatras, de los ecologistas, de las asociaciones de madereros y de los científicos arrojan luz sobre un fenómeno que desata controversias.
Todos los analistas están de acuerdo en que el ser humano es el responsable de la inmensa mayoría de los incendios. La Consellería de Medio Rural afirma que nueve de cada diez fuegos en Galicia son provocados por el hombre, una ratio que grupos ecologistas como Adena elevan hasta el 94%.
Pero lo preocupante es que la inmensa mayoría de los fuegos son, además, intencionados. En el estudio presentado por Adena el pasado mes de septiembre, se estima que el 85% de los incendios son provocados. La Xunta rebaja esta cifra al 65%.
Los científicos están de acuerdo con estos cálculos. El director del Instituto de Investigaciones Agrobiológicas de Galicia, Serafín González, cree que las llamas “rara vez son casuales, sino provocadas por la actividad del ser humano y, en su mayoría, con intencionalidad, con voluntad de quemar”.
La propia Xunta de Galicia está de acuerdo con esta visión. La Consellería de Medio Rural habla de “delincuencia incendiaria”. El titular del departamento, Alfredo Suárez Canal, aportó en septiembre ante el Parlamento dos datos significativos. El primero es que, en los meses de julio y agosto, el 33% de los incendios registrados en la provincia de Pontevedra (447 de 1.340), se produjeron durante la noche.
Además, el 42% de los fuegos detectados en agosto en la comunidad gallega se iniciaron directamente en bosques.
“Este verano ha habido una actividad incendiaria desaforada”, afirma el conselleiro, quien insiste en reforzar la vigilancia y persecución de los autores de los fuegos.
Pero, ¿cómo conseguirlo cuando sólo uno de cada 25 detenidos termina condenado? El “desengaño” del fiscal antiincendios de Galicia está justificado, cuando sólo se apresa a un incendiario por cada 84 fuegos registrados. Y se condena a uno por cada diez mil hectáreas quemadas.
Espionaje militar
La situación es tan complicada que la Fiscalía General del Estado, en su memoria del año 2004, llegó a proponer medios propios del espionaje bélico. Ante las
“conocidas dificultades” para obtener pruebas contra los incendiarios, la Fiscalía sugirió instalar “sistemas de videovigilancia y el control aéreo con tecnología militar” sobre el rural.
“Tal vez, si se produjesen más detenciones, se podrían determinar los móviles de los incendiarios”, explica la portavoz del Comité de Defensa do Monte Galego, Sonia Couso.
Porque, aunque todos coinciden en que el ser humano es quien provoca los incendios y que, en su mayoría, son intencionados, nadie sabe apuntar con certeza las motivaciones.
De una parte, parece que debe descartarse el fenómeno del “pirómano”. El enfermo mental que goza con el fuego es un caso residual entre quienes provocan los incendios en Galicia. De 126 detenidos este año, apenas tres ingresaron en centros psiquiátricos, y en ningún caso se les diagnosticó “piromanía” como tal, sino otros desarreglos psíquicos.
Mayoritariamente, el incendiario tiene una motivación o interés racional cuando prende fuego. Y es aquí donde surge el debate social.
La pregunta clave ya la formulaba Cicerón en sus discursos ante el Senado: “¿Cui bono?” Es la misma cuestión que detectives de novela, como Hércules Poirot, se hacían para resolver sus crímenes: “¿A quién beneficia?”
Siguiendo esta incógnita, en ocasiones se ha intentado culpar a la industria de la madera, asegurando que le interesa comprar árboles quemados, a bajo precio. Pero la realidad desmiente este mito.
Eduardo Tolosana y Santiago Vignote, profesores de Aprovechamientos Forestales de la Universidad Politécnica de Madrid, han elaborado un estudio que concluye que “las industrias de la madera tienen en los incendios uno de sus principales enemigos”.
“Esta industria -explican- desea procurarse un suministro futuro de madera abundante, cercano, barato y estable”, lo que no sería compatible con los incendios forestales. Además, la madera quemada “se vende en subastas públicas con libre concurrencia de compradores, en las que compiten muchas empresas, a menudo de varias provincias”, aseguran Tolosana y Vignote, que añaden que este hecho “es poco compatible con el provecho delictivo, salvo que se piense seriamente en una mesa sectorial en que las industrias madereras de todo el país se reparten la acción criminal y la posterior rapiña”.
A las industrias no les interesa el monte quemado y, con justicia, los empresarios se molestan cuando surgen estas especulaciones. La secretaria general de la Federación de Aserradores y Rematantes de Maderas de Galicia (Fearmaga), Concepción Docampo, considera “indignante que se piense que nos interesan los incendios”.
Los madereros afirman que son los primeros en padecer los incendios. Fearmaga asegura que, en los últimos años, han tenido que cerrarse varios aserraderos, como consecuencia de la falta de madera generada por los montes quemados a finales de los ochenta y principios de los años noventa.
“El sector prefiere madera de calidad, que tiene mejor venta y mayor valor añadido, que maderas quemadas, que apenas tienen utilidad”, explica Concepción Docampo, “y los incendios de este verano los vamos a pagar dentro de diez o quince años, cuando no podamos contar con los árboles que se han perdido”.
Los madereros piden una mejor gestión de los montes, “con repoblaciones adecuadas, madera de calidad y una política ambiental adecuada”, en palabras de su portavoz. Curiosamente, sus demandas son las mismas que las de los ecologistas.
“Nosotros también estamos por gestionar bien el monte”, explica Sonia Couso, de Adega, “una buena política de prevención es mejor y sale incluso más barato que una de extinción”.
El discurso que desconfiaba siempre del sector de la madera se está perdiendo en el ecologismo, “porque, salvo algún caso puntual que pueda haber, de algún intermediario desaprensivo, lo cierto es que la madera quemada se pierde, o tiene una calidad que no les interesa”, reconoce Couso.
También ha entrado en retroceso la interpretación política. Esta vía fue abierta en 1999 por el entonces delegado del Gobierno en Galicia, Juan Manuel Diz Guedes. En unas polémicas declaraciones, el político del PP dijo: “En la Comunidad Autónoma hay quien practica el terrorismo ecológico y provoca incendios con el objetivo de dañar a una opción política concreta”.
Aquellas palabras desataron una fulminante reacción política de la oposición, a la que se aludía indirectamente sin prueba alguna. La frase de Diz Guedes, aunque ya se retrataba por sí sola, queda desmentida por los hechos: El último agosto, recién llegado un nuevo gobierno, el monte volvió a arder masivamente. Otra interpretación sugiere intereses urbanísticos en la quema de montes. “Esta causa comienza a estar descartada”, explica Sonia Couso, del Comité de Defensa do Monte Galego, “antes, había fuegos para conseguir futuras recalificaciones de terrenos, y te encontrabas construcciones en los montes quemados”. La situación ha cambiado ahora, pues la nueva ley prohíbe recalificar terrenos quemados hasta 30 años después de un incendio.
Mientras pierden fuerza la teoría de una “conspiración maderera”, política y urbanística, la ganan otras opciones. La primera podría explicarse con el título de una obra del dramaturgo Lope de Vega: Del monte sale quien el monte quema.
La sustenta el hecho de que algunos de los incendiarios detenidos este verano en Galicia formasen parte de las brigadas de extinción. “Puede haber rencillas, ganas de mantener el negocio o venganzas laborales que podría llevar a que quien quema el monte sea el mismo que lo apaga”, apunta Sonia Couso.
Otra razón que se mantiene vigente señala a los propios vecinos del rural. De una parte, están los incendios fortuitos, provocados por la quema de rastrojos o el uso de maquinaria. Según los cálculos de la Xunta, no representarían más del 10% de los casos.
Otros serían intencionados. Incendiar el monte para limpiarlo o quemar pastos, para su regeneración, está entre estos motivos. Y se señala como culpables a los ganaderos, al punto de que el Gobierno prohibió este verano utilizar como pasto un terreno quemado hasta que pasen cinco años tras el incendio. Esta medida provoca no pocas preocupaciones en zonas arrasadas el pasado agosto, donde los vecinos creen que no podrán alimentar al ganado y deberán venderlo.
Las razones no están claras. Pero todos coinciden en que existe algo, eso que el Comité de Defensa do Monte Galego llama un “interés oculto” en quemar el monte. Y reclaman una investigación que, hasta ahora, sigue fracasando, pese al esfuerzo de las fiscalías especiales. El próximo verano, el monte gallego volverá a arder. Y, aunque no saben señalar con exactitud a los responsables, todos los sectores coinciden en que dejará de quemarse cuando se gestione bien y vuelva a ponerse envalor.